Su vida, voluntariosa respecto a la escritura, va de una niñez pobre a una madurez y vejez rica y éxitosa, sin
afectar toda esta situación su obra literaria, prolífico y comprometido con los perseguidos por el
nacionalsocialismo de Hitler, su dramaturgia incluye obras como Ahora vuelven a cantar (1945) o
novelas como Andorra (1965), incluye el tema de la seducción en Don Juan o el amor a la geometría
(1953). En sus novelas No soy Stiller (1954), Homofaber (1957) y Pongamos que me llamo Ganterbein
(1954) reflexiona también sobre el racismo.
En Montauk encontramos un novelista delicioso por su agilidad narrativa, muy contemporáneo, ha pesar
que murió en 1991 y donde nos lleva a esos años setenta, de una intelectualidad más bien placentera
que con sus vivencias construye su propia libertad sin choques estridentes sino más bien calmo, que
observa en su silla de playa al lado de Lynn en las costas de la punta septentrional de Long
Island a unas ciento diez millas de Manhattan el mar y narra de manera minuciosa e impecable sus
pasos sobre la arena, un europeo que vivió la guerra y que no perdió su vehemencia vital, el escritor trasmite de manera increíble un espíritu pacífico y placentero que invade al lector, aparecen como
fugaces estrellas en su narración nombres como Heinrich Böll que sin embargo formaron parte de su
mundo.
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