Ven para acá muchacha cabézona, muchacha zotaca, cuando te hable hazme caso, me tienes aquí gritando como loca, ya sabés que no veo bien, por eso te necesito.
La niña, ya casi adolescente, que se llama Dora, se mueve nerviosa en el patio todavía húmedo por la reciente lluvia, recoge una tina con agua y confundida no allá para donde correr, oyéndo los gritos de su madre, al fin se decide y corre hacia el pequeño cuartucho de madera que hace de cocina, donde la vieja Ernestina se degañita en un ataque de furor.
En una ollita de aluminio hierve un té de hierbas de manzanilla, que llena el cuarto de un olor dulzón, la anciana para entonces ya entró en un fuerte acceso de tos que casi no la deja moverse y la ha convertido en su presa.
Dorita llega encarrerada y rápidamente busca una taza en donde depositar aquel líquido amarillo y humeante, la cocina casi no tiene muebles, sólo hay un rústico gabinete de madera y una estufa de dos
hornillas sobre una insegura mesa de madera, el espacio es oscuro y maloliente, la húmedad agrava la tos de Ernestina.
- A ver amá tómese el tecito, ya verá como con él se le quita la tos.
La vieja Ernestina empieza a recuperar el aliento y prosigue con el suspendido regaño.
Güerca testaruda, ¿cuántas veces tengo que decirte que cuándo hable me hagas caso?, ya vez como estoy
de vieja y achacosa y tu ni así me tienes lástima, andas como mensa por todos lados, pérdiendo nomás el tiempo, cuando te vuelva hablar vienes rápido, sino ya vez como me pega la tos.
Los ojos rasgados y oscuros de Doris se abren mucho, en una mezcla de susto, cariño o tal vez lástima, su piel cetrina esta llena de manchas, a causa de la desnutrición y su pelo lacio y un poco hirsuto esta recogido con una tosca cinta en una cola de caballo, después de ver que su mamá adoptiva toma el último trago de té
explica, - amá es que andaba lavando el baño, esta resucio, ya vé que se tiene que lavar a cada rato porque entra ahí toda la gente de la vecindá, usté quiere que haga todo el quehacer y siempre venga más rápido que si fuera una liebre-.
Muchacha retobada, para eso me gustabas, para que me hicieras pasar estos corajes. Ernestina tiene la vista muy débil, ya casi no vé, uno de los ojos se ha cerrado, dándole un aspecto más bien siniestro, que se
suaviza con sus movimientos y débilidad de anciana, que se afana en vivir dolorosamente, mientras las arrugas ya le han ganado la carrera y el vigor huye a cada momento. Doris es su hija adoptiva y a la vez su hija más pequeña, aunque tiene más hijos, es quien la cuida, en esa choza en un empobrecido barrio de la ciudad, en el fondo de un terreno invadido de chozas que forman una vecindad.
Ándale, date prisa, porque tienes que hacer la comida y antes tienes que ir al mercado a comprar tomate y traer las tortillas, pero ándale muchacha testaruda, que se te hace tarde.
Doris salé de nuevo encarrerada para seguir lavando el baño, un momento después entra a la cocina y toma de un clavo de la pared una bolsa de plástico y sale corriendo, su madre le da unas monedas.
Ya es tarde, es el crepúsculo, Doris lee en voz alta una de esas novelas semanales ilustradas, " y Fernando le dijo a su mujer, ya estoy harto de que siempre me estes pidiéndo dinero, a tí sólo te importa eso, el dinero, cuándo será el día en que me recibas con una palabra de cariño, siempre me estas diciendo que el dinero no alcanza y ya estoy fastidiado, por eso ya me voy de esta casa porque ya no aguanto tus malas caras".
Ernestina escucha atenta, sus ojos y oídos están ahora en su pequeña Doris que lee dulcemente, como sí la fatiga del día fuera sólo un mal sueño, ahora las palabras de Doris que hablan de maltratos y peleas familiares han desaparecido, el espacio ha sido cubierto por una gran enredadera de jazmines, donde los sentimientos de Doris hacia su anciana madre cuelgan de cada flor que perfuma el ambiente.
El té de tila que le preparó ha surtido su efecto. Mañana de nuevo se escuchará, "ven acá muchacha zotaca, que no oyes que te estoy hablando..."
NOHEMÍ SOSA REYNA. Texto inédito.
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