El humo los anunciaba/
mientras del tambo
salían llamas.
Sus cuerpos/ peste de alcohol.
A mis oídos llegó el Bolero de Ravel
era una estación de radio que escuchaban.
Me asomé a la ventana.
Desde hacia años jugaba con libros
era afiladora de palabras.
Esa noche el sismógrafo anunció/
un sismo.
Los vagabundos de alrededor se reunieron
al avizorar la muerte
la muerte en el vaivén de su miseria.
Me ha dado por leer La Biblia,
ahora leo,
la carta de Pablo a Timoteo
y ese verso que dice:
"Bienaventurados los que sufren".
Los deshauciados celebran su encuentro callejero,
en mis manos segura la llave de la puerta,
todo en orden,
el olor a madera,
el reposo del alma,
a mi nariz no llega el olor de alcohol.
Leo: "Bienaventurados los que sufren",
hay que afilar palabras,
abro la ventana,
las llamas pestilentes,
los gritos eufóricos.
Su voz de parias me acompaña,
su tesitura de humanísimos desválidos/
se hace una con mi insomnio,
con mi soledad de mujer fragmentada.
"Bienaventurados los que sufren",
las llamas de papel quemado,
el ardor de los cuerpos,
hay que registrar su dolor,
aunque ahora canten.
El miedo me impide abrir la puerta,
hay violencia en su presencia,
sólo asomo a mi ventana y veo llamaradas,
sólo afilo mis letras,
sólo eso,
¿qué más?
NOHEMÍ SOSA REYNA. Antología de la Nueva Poesía Hispanoamericana. Lord Byron
Ediciones. 7 a. edición. Compilador Leo Zelada. 2004.
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