Una de las formas más difundidas que adoptó la resistencia étnica fue la representada por los
movimientos sociorreligiosos, como los milenarismos, profetismos y mesianismos.
Estas manifestaciones se dan principamente entre el siglo XVI y el siglo XX.
Los movimientos sociorreligiosos son fenómenos culturales y políticos que surgen en culturas
y sociedades en las que religión y política son esferas profundamente interconectadas. De ahí
que las espectativas de transformación de la realidad dada, que constituyen su meta, se
expresan a través de cosmovisiones mítico-religiosas, propias y sincréticas. La mayoría de
estos movimientos de liberación en México y el resto de América Latina, se estructura en
oposición a la situación colonial producida a partir de la invasión europea, y al colonialismo
interno que caracteriza las relaciones interétnicas después de las independencias nacionales
del siglo XIX. Esto no implica que los los veamos como epifenómenos del colonialismo, ya
que se conocen casos ocurridos con anterioridad a la conquista (v.g. los guaraníes de
Paraguay en busca de la Tierra sin Males, la migración chichimeca al Altiplano Mexicano
y la espera del retorno del héroe Quetzalcóatl ), sino que durante varios siglos las crisis
múltiples y totalizadoras que fundamentaron su surgimiento, aparecen intimamente
vinculadas con el colonialismo.
(En Perú proliferaron los movimientos mesiánicos desde el siglo XVI. Entre ellos, el de
Juan Santos Atahualpa en 1742 muestra como un mesías que se decía Hijo de Dios y apu
inca, descendiente de la nobleza prehispánica, logró aglutinar a muchos miles de indios de
la selva hasta 1775, profetizando el fin de los españoles y la inminente reconstrucción del
Tahuantisuyu. Esta insurreción fue planeada por Santos con una década de antelación y
contaba con el apoyo de caciques y gobernadores de muchos pueblos indios entre Cuzco
y Cajamarca).
Aunque es una hipótesis a poner a prueba en futuras investigaciones, pensamos que
el enfoque teórico aquí presentado puede ayudar a entender las características y
objetivos de esa larga historia de lucha de los indios por concretar una utopía a través
de y con la religión.
Por otra parte, se menciona, que la secularización progresiva de las formas de lucha,
que van cediendo en radicalidad al ganar en capacidad de negociación con el Estado.
( 1989, esto avanza en México). La transformación del liderazgo que, muchas veces, implica
falta de consenso popular o simplemente falta de legitimidad. Estos dos últimos aspectos
plantean el problema de elucidar si los movimientos étnicos actuales constituyen utopías
concretas o abstractas; tema que, como otros de los que hemos apuntado, queda aún sin
resolver pero que en principio puede ser considerado como un hito de la dialéctica de la
realización de utopías. Realización que no debe buscarse exclusivamente en la concreción
del proyecto político, ya que el campo de la eficacia de la utopía está dado por su misma
continuidad y por su capacidad de irse transformando en relación con el contexto
sociohistórico. El éxito de la utopía india, en especial la milenarista, es un triunfo de la
supervivencia cultural, de esperanzas nunca olvidadas pero siempre, hasta ahora,
pospuestas.
APUNTES DEL LIBRO UTOPIAS INDIAS. Movimientos Religiosos en México de
Alicia M. Barabas. Ed. Grijalvo. Colección Enlaces.
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