La palabra poética rebosa de la abundancia del corazón, y aunque los poetas
mismos puedan sufrir horriblemente como hombres, su arte los mantiene
siempre en posición señorial y gloriosa. Sus palabras son regalo gracioso,
como esa largesse con que los señores medievales los premiaban a ellos, y
correspondían a la suya. La poesía es diálogo porque es palabra, pero el
poeta nunca espera una respuesta del prosaico.
EDUARDO NICOL. La Vocación Humana. Lecturas Mexicanas. CONACULTA.
México. 1997.
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