nohemypoesia.blogspot.com. Poemas, artículos y ensayos de la escritora Nohemí Sosa Reyna.



lunes, 27 de enero de 2014

SEMILLAS

   Creo que la conversación entre dos poetas, de un poeta con una poeta, llega hasta aspectos de la sensibilidad a veces desmesurados, de la inteligencia, de la comunidad, de la relación social.
Recuerdo aquello de “los siete ojos que recorren toda la tierra”, referido a la omnipresencia de Dios, nosotros no somos Dios, ni tenemos esa omnipresencia, pero... anhelamos esa plenitud del conocimiento y esa necesidad llega a producir dolor, más, cuando no somos escuchados por un mundo materialista como el nuestro, con el que hemos establecido a veces, una relación malsana de hostilidad.
Sufrimos, sí, porque no somos escuchados, al no ser seres de comedia, que producen carcajadas, bufones de un sistema que globaliza la injusticia.
Un poeta que sufría períodos de mutismo, de alejamiento, por este dolor de no ser escuchado, me decía que sólo los pueblos que han quedado un tanto al margen de la civilización, conservan la inocencia del ser humano, la solidaridad, la bondad, (esa que buscaron artistas como Gauguin o Artaud) y que el mismo iba perdiendo mucho de su impulso creativo al vivir entre hombres mudos y ciegos.
Por mi parte me refugio en la esperanza, como espera activa, andanza, que me hace desear convivir con otros poetas en encuentros, utilizar recursos como el internet, para vencer el vacío, la soledad en que guardan al ser extraño, y no es que hable de la torre de marfil, más bien es el silencio ruidoso que me rodea, formado por programas televisivos banales (cada vez veo menos TV), el consumismo y otras formas de crear la sordera del hombre actual.
Alguna vez tuve este sueño; caminaba entre un piso húmedo y lodoso, de pronto mis pies perdieron pisada y como en un rompecabezas viviente, emergieron hombres que fueron quitándose el barro, para mostrar la limpieza y forma del hombre en una situación de fuerza de conciencia, me perdí de pronto en un edificio de cristal y sentí la angustia de perder ese instante de revelación, de deseo que ese sueño fuera una realidad.
Tal vez ahí empieza el mundo que imagino, un mundo de hombres fuertes, con una conciencia de su valor a toda prueba. Me ha tocado ser testigo del derrumbe de sociedades que iban tras el sueño de la igualdad material, en base a doctrinas más bien económicas, derrumbe por las fallas en su concepción espiritual, aquí recuerdo escritores como Kundera, que alertaron en este sentido, yo creo que el poeta puede alimentar a la sociedad, darle ese pan de amor, que a los cristianos nos da el Señor Jesús, más el mundo rechaza casi todo alimento espiritual, y esto crea desequilibrios, niños abandonados, ciudades con un nivel de polución casi inaguantable, animales maltratados, selvas destruidas y ni hablar del aumento en la criminalidad.
Es aquí cuando el poeta se refugia en su propia utopía y otros en su angustia, algunos saben que hay que soñar para no morir, además de mis letras, entre mis sueños esta el nuevo regreso de Jesús y el habitar en la bella ciudad de la promesa, sin embargo, como humana me niego a permanecer ciega, sorda y muda a las necesidades materiales y espirituales de mis semejantes, y por eso expreso con palabras estas semillas que deseo cultivar, es mi humilde maná.
¿Y qué sembrar?
Semillas para un mundo sin soledad, donde los hombres y las mujeres se amen e interesen unos por los otros, en las familias, en las comunidades de amigos.
Semillas para un mundo sin pobreza, donde no mueran tantos niños de hambre.
Semillas para una naturaleza respetada, donde cada uno de nosotros sea el guardián de nuestro medio ambiente.
Semillas para un mundo con alegría, donde el arte sea alimento y el hombre no recurra a evasiones como las drogas , la pornografía y llegue hasta el suicidio.
Un mundo que se incline a la vida no a la muerte.
Y quiero citar las palabras de un poeta, Holderlin, “Al hombre se le ha dado el lenguaje, el más peligroso de los bienes, para que dé testimonio de lo que es el mismo”, porque el hombre es un ser que debe dar testimonio de lo que es y concretamente de su presencia en la tierra. Esta pertenencia consiste en que el hombre es el heredero por excelencia y el que aprende de todas las cosas. Las cosas existen en perpetuo conflicto y a la vez conectadas entre sí, es lo que llama Holderlin “intimidad”. El hombre da testimonio de su pertenencia a la intimidad de todas las cosas, creando y destruyendo mundos, me vienen a la mente esas terribles películas de violencia de los años noventa, un auténtico ataque a la vida espiritual de toda una generación.
La creación de su mundo, donde le ha tocado vivir, es una historia que el hombre debe realizar en libertad, es su historia, y para registrarla en los libros se le ha dado el lenguaje. El lenguaje es un bien del hombre.
¿Y qué hacen los poetas y escritores, con el lenguaje, además de escribir su historia?
Es poderoso lo que hacen los poetas o debería ser poderoso, si son capaces de ejercer esta autoridad, como lo hizo Esdras, cuando reconstruyó su ciudad en base a la lectura de la ley de Dios, cuando había sido devastada por el imperio babilónico, como lo hicieron los librepensadores franceses (Diderot, Rousseau) que impulsaron la igualdad en las sociedades modernas, como lo han hecho Benedetti o Juan Gelman ante la opresión de las dictaduras latinoamericanas.
El propio Holderlin, nos dice, “la vocación del poeta es estar con la cabeza descubierta bajo la tempestad de Dios, tomar en la mano el rayo del Padre y cantar al pueblo el don de Dios”.
Y aquí va la ternura, el poeta lleva al hombre hacia lo profundo de su existencia, así alcanza el hombre el “reposo”, el “infinito reposo” en que paradójicamente toda la fuerza se mantiene activa.
“Sean libres como las golondrinas los poetas” escribe Holderlin. Abrir con nuestra palabra oportunidades de exploración y reposo al hombre, para que pueda edificar con acierto este mundo, el de hoy, no sólo es un sueño es una tarea del poeta.
NOHEMÍ SOSA REYNA.

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