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lunes, 10 de enero de 2011

CONCHA URQUIZA. LA CIERVA DE FUEGO.

  Concha Urquiza, poeta mexicana, Morelia, (Michoacán 1910- Ensenada, B.C. 1945), hace evidente en sus sonetos, liras, églogas, romances y canciones, su profunda vivencia espiritual de amor por Dios, un amor que abraza su alma, la lleva a los límites de la muerte por círculos vertiginosos hasta el instante mismo del nacimiento;

  "Te espero en el recinto misterioso donde el amor de mi madre me engendrara", la intensidad de su vida interior, su apasionado anhelar de lo divino, le da originalidad a su poesía escrita entre 1930 y 1940 en México.
   El estilo de Concha Urquiza es claro, bellamente apegado a los cánones, en el prólogo a su libro "El Corazón Preso" que reúne toda su poesía, Gabriel Méndez Plancarte escribe, que sus influencias literarias vienen de La Biblia, muy particularmente del Cantar de los Cantares y del libro de Job, los evangelios; y esta inclinación la lleva a la lectura que se convierte en enseñanza, de Fray Luis de León.
  La poeta es una leyenda en sí misma, donde su muerte trágica a los 35 años, ahogada en las escolleras de la costas de Ensenada, Baja California, la incluye en la historia de la literatura con un velo de misterio, por las condiciones mismas de su muerte, se habla de suicido o de accidente, mas esta discípula avezada de Fray Luis de León, deja una herencia todavía no muy valorada por los mexicanos.

    Hazme saber amor, dónde apacientas,
         do guías tus rebaños, dónde vagas,
            no huelle tras las ínsulas aciagas
             las rutas de la tarde cenicientas.
Tu grey, oh tierno Amor, do la sustentas
             y con pastos riquísimos halagas,
         mientras mi torpe corazón amagas
    con sendas largas, y con horas lentas.
      No príncipe a seguir de los pastores
            los dispersos rebaños. Vida mía;
       muestra, lejos el sol de tus amores;
          ¡dime dónde apacientas todavía!
        y seguiré tu rastro entre las flores
        por los fuegos del áureo mediodía.

           La Canción de la Sulamita.
         11 de junio de 1937.

   El crítico Middleton Murray expresa, "que un estilo sin relieve tiene alguna virtud aristocrática propia, sin importar a qué tema se aplique; por otra parte, ser vívido es ser vulgar. Ésta es una pura herejía y los escritores que la abrazan, por alguna deficiencia de su vitalidad creadora o por temor al desprecio de los seres superiores, se vuelven inevitablemente limitados", solamente podríamos agregar, que ésta no es para nada la situación de Concha Urquiza a quien precisamente la intensidad de su misticismo le va dando un justo lugar en la historia de la literatura y en las nuevas generaciones de los degustadores de las buenas letras y en este caso de ese vino exquisito que se saborea en cada verso de Urquiza.

       Aunque tu nombre es tierno como un beso
                  y trasciende como óleo derramado,
                      y tu recuerdo es dulce y deseado,
                      rica fiesta al sentido y embeleso;
          Y es gloria y luz, amor, llevarlo impreso
                   como un sello en el alma dibujado,
                       no basta al corazón enamorado
                        para alzanzar la vida todo eso.

   De las nuevas generaciones, el poeta mexicano José Vicente Anaya, la describe como, "una orquídea en el desierto. Sólo una imagen así nos aproxima a Concha Urquiza. Poeta inconcebible que, sin embargo, apareció.Insólita, extraña, aislada...Nadie como ella ha podido escribir una poesía delicada, profunda, hermosa, con cánones clásicos y auténtica, en pleno siglo XX", José Vicente Anaya expresa en forma poética este amor que insaciable movía a esta poeta mexicana a escribir para dejar salir ese fuego que la consumía. Su gran Amado fue Dios. Después de unos cuatro años de militar en el Partido Comunista, descubrió que sólo el amor ardiente por la Divinidad podría llenar su existencia. Sucedió en 1937, "la noche en que Él se apoderó tan completamente de todos mis deseos".
    Con un epígrafe del Salmo 41 versículo 2 de La Biblia, Concha Urquiza, busca el amor del divino Jesús:
  
  Yo soy como la cierva que en las corrientes brama.
                 sed y polvo de fuego  su lengua paraliza, y
                     salvaje carrera, con las astas en llamas,
               sobre la piedra el casco golpea y se desliza:
     Corriente abajo, al borde de las aguas tranquilas,
              donde perennemente fluye tu Rostro manso,
               los que te aman beben con labios y pupilas,
             saciando sed eterna sobre el hondo remanso.

   Escribe M. Murray que "la metáfora es la expresión única de la visión individual de un escritor" y Urquiza, no solo expresa en una metáfora su visión de la vida sino que logra un hondo autorretrato con palabras en una estrofa del poema...

     Yo, sólo llama pura y sed alerta,
    sed como roja flor transfigurada,
  
 Siento en ella cercanía con el ritmo y el acento de Federico García Lorca, como en el poema Caminos, donde la poeta apaga la llama y camina por la tierra, dulcemente llevada por el viento:

      CAMINOS

  Oh dulce canto de viaje,
  mi alegría y mi caudal,
 más que en las velas el viento
 y más que el surco en el mar!
 Por los senderillos negros
 nubes cargadas de afán,
 por los senderillos rojos
 alardes de tempestad,
 por las llanuras inmensas,
 soledad...
 pero una canción de viaje
 me llena de oro el morral.
 Cuán largo camino largo
 desde esta noche a la aurora!
 mas un cantarcillo alegre
 los labios sedientos moja:
 Qué amor y qué amores tengo
 allá en fronteras remotas!
 ¿qué camino será largo
 siendo camino de bodas?
 La luna viaja de incógnito
 tras las nubes borrascosas;
 y galopa el duro viento
 con el girón de su antorcha...

  Apasionada y también erudita, dando a su personalidad poética extraños giros, busquemos en ella el lado apolíneo para encontrarnos con sus lecturas de Homero, Esquilo y sobre todo los clásicos romanos, en las letras de Horacio, quien le inspiró:

  Dichoso el que triunfante en lides fieras,
 la belleza mortal de la criatura
 desterró de sus puertas y fronteras:
 el que con crudo azote y guerra dura
 arrojó de su seno al enemigo
 que amargo mal con dulce voz procura:
 y dejando el hogar y patrio abrigo,
 buscó detrás de inaccesibles muros
 vivir en dulce soledad contigo.

 Virgilo fue uno de sus predilectos, comenta Gabriel Méndez Plancarte, de quien tradujo la Égloga Va., con su respectiva admiración por la famosa Eneida.
  Y aunque en un gusto muy personal siento inclinación por el fuerte sabor místico-lírico de su poesía, no puedo dejar de menospreciar la búsqueda de la sabiduría grecolatina, que con una voz más templada se manifiesta en poemas como Bión ; más, como remansos en las crepitantes letras de la poeta, son los poemas dedicados a su amada tierra natal, Michoacán. Así inicia su Retorno a Morelia, con esta deliciosa estrofa:

   Cierto, tú has sido fiel,
   la misma calma,
   las mismas alboradas deleitosas;
   torres aladas y canteras rosas,
   un remanzo de paz para mi alma.

   O la frescura de los Romances de Pátzcuaro, que nos muestran a la Concha Urquiza enamorada de lo más cercano a ella, tal vez con un amor menos atormentado, que da lugar a poemas menos intensos, casi pinceladas de un paisaje que tantos artesanos y artistas del pincel han retratado, pero que en ella tienen el ritmo y la original expresión de la palabra:

    Pátzcuaro, Pátzcuaro inmóvil,
    Pátzcuaro de musgo y agua,
    suave alfombrilla de verde,
   piedrecillas tan limadas;
   entrañas de tierra roja,
   callejuelas afiladas,
   fuentes doquier esparcidas,
  incomprensibles ventanas
  que se descuelgan del muro
  bajo techumbres de grana!

   Concha Urquiza, sufrió sus contradicciones, deseó con anhelo el amor, "ese huésped desconocido", llenó su vida de espiritualidad y dejó esta tierra muy joven todavía, a los 35 años, y aunque la palabra misterio, es, según expresa Valery en una de sus obras, junto con genio y profundo, palabras testigos de la impotencia del pensamiento, Concha Urquiza culmina su vida y obra con un  misterio digno de estos versos, donde ella le da su sentido intacto al TAL VEZ:

     Y un vértigo de sombras se levanta
     allí donde Tus ángeles raudales
     tal vez posaron la serena planta.
 

                 
  
Forma parte de una veintena de ensayos sobre mujeres poetas mexicanas, con el que obtuve el Premio Juan B. Tijerina de Ensayo en Tamaulipas, México en el año de 1997. (Nohemí Sosa Reyna).

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