miras el océano como a unos ojos copados, inmensos y arenosos.
De lo único que te separas es de la tierra total, de campanas,
bosques, caminos, desiertos, de fechas y noches con mujer,
sin notar siquiera que los pétalos de una rosa oscura te cubren.
Y si vas de ausencia, como supones, de nada la distancia navegas,
ni los bares o los templos, ni la lluvia en las mejillas,
ni del pelo de que huyes o del cuerpo que ahora extrañas.
Tú vas, veo, como árbol herido que se levanta a los astros,
como raíz cortada, tallo sangrante, sonora madera en lamento,
trashumante en lo que nombras patria derramando tu amor callado.
De lo único que no puedes separarte es de la mujer, sus noches,
porque sientes las casualidades, cada palabra o fuego, caricia a caricia,
viajes en ese cuerpo total, profundo, en movimiento.
JUAN JOSÉ AMADOR. (1960-1996) Cd. Victoria, Tamaulipas, México. De su libro Claros poemas en el viento (1991).
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