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miércoles, 24 de febrero de 2010

MARCELINA DESBORDES VALMORE


                           Dedico este post a mi amigo y compañero de letras David González, deseando
                           una pronta recuperación de su salud y muchos triunfos literarios.

   LOS SOLLOZOS

  ¡El infierno está aquí! El otro no me asusta.
  Empero, el purgatorio mi corazón disgusta.

   De él me han hablado mucho y su nombre funesto
   en mi corazón débil ha encontrado su puesto.

   Cuando la ola de días va agostando mi flor,
   el purgatorio veo al perder el color.

   ¡Si es cierto lo que dicen, es preciso ir allí,
   Dios de toda existencia, para llegar a ti!

   Allí habrá que bajar, sin más luna ni luz
   que el peso del temor y del amor la cruz.

   Para oir cómo gimen las almas condenadas
   sin poderles decir "¡Estáis ya perdonadas!"

   ¡Dolor de los dolores; no poder agotar
   los sollozos que intentan por doquiera brotar!

    De noche tropezar en celdas intranquilas
    que ningún alba tiñe con sus claras pupilas.

   Ni poder decir al Señor incomprendido:
   "¡Ay, Salvador de mi alma!, ¿es que aún no has venido?"

    Me escondo; tengo miedo de tener miedo y frío,
    como el ave caída teme por su albedrío.

    A un recuerdo mis brazos vuelvo a abrir tristemente,
    y mi alma más cerca el purgatorio siente.

    Sueño que estoy en él, tras la muerte llevada,
    como una esclava indócil, al fin de la jornada,

    cubriendo con las manos el semblante abatido,
    pisando el corazón, por tierra malherido.

    Allí voy; precediéndome, mi llegada proclamo
    y no oso desear nada de lo que amo.

    Y este corazón mío no tendrá más dulzura
    que los lejanos ecos de su antigua ventura.

            Cielos, ¿adónde iré
             sin pies para huir?
            ¿Adondé llamaré
             sin llave para abrir?

     Mientras el fallo eterno rechace mi plegaria
     no arderá ante mis ojos ninguna luminaria.

     (Fragmento)

     MARCELINA DESBORDES VALMORE. (1786-1859) LOS POETAS MALDITOS. Paul Verlaine.
     Edición facsimilar de Ediciones El Caballito, México, 1980.

     Marcelina Desbordes-Valmore nació en Douai, ciudad triste, a la que quiero, por mi parte, porque
     para mí es casi la tierra de mi madre, que es Arras, ya que la misma Escarpa, cantada por nuestra
     heroína, baña a ambas ciudades. Douai no necesita apologías; bastante tiene con sus calles serenas
     y verdes de yerba que brota por las rendijas que los adoquines dejan, con su magnífica Casa-  
     Ayuntamiento y sus iglesias verdaderamente religiosas. Nuestra Señora fué la parroquia de nuestra
     Musa, iba a decir de nuestra Santa. Hay ciertamente

            ...Si parva licet componere magnis

     muchas cosas de Santa Teresa en Marcelina Desbordes: un corazón inmenso, cierto amor al sufrimiento
     y verdaderamente un misticismo muy humano, y si no sobrehumano, cuando menos más que humano.
      (Paul Verlaine. Fragmento de conferencia). Ibid.

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