Las relaciones entre la colectividad y la persona deben de ser establecidas con el único
objeto de echar a un lado lo que es susceptible de impedir el crecimiento y la germinación
misteriosa de la parte impersonal del alma, Por ello es necesario que haya alrededor de cada
persona suficiente espacio, un grado de libre disposición del tiempo, posibilidades para el paso
hacia grados de atención cada vez más elevados, soledad, silencio. Es necesario además que
ésta se encuentre rodeada de calor humano para que la angustia no la obligue a ahogarse en
lo colectivo.
SIMONE WEIL. Profesión de fe. Antología crítica. Universidad Autónoma Metropolitana.
México. 1990.
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