En la cama
te acuestas con la espalda hacia mí
y es un lago de hielo.
Como peces congelados bajo el frío,
helándose al nadar
(muertos, pero no muertos, en sueño invernal)
yo puedo ver,
bajo la gélida superficie de tu espalda
el brillo azul y rojo
de tu bazo y tus riñones
el poste largo de tu esófago
bajo la superficie congelada.
Pongo mi mano
sobre tu fría, fría piel
y rompo el hielo.
Mis manos entran en ti.
Puedo ver mi mano izquierda
sostener suavemente tu hígado
y mi mano derecha acaricia
tus costillas y luego mis manos
se deslizan a lo largo de tu brazo
hasta que tu brazo se vuelve una manga que me pongo
y mis dedos se enjuagan en tus dedos.
Quiero mojar mi cara en el lago de tu espalda
y sentir tus vértebras
como piedras, piedras desiguales, sobre mi mejilla.
¿Puedo abrir mis ojos
debajo de tu sangre?
Me acerco más, tomo
una bocanada de aire
y me echo un clavado
en tu cuerpo.
A grandes brazadas me muevo
lavándome en ti.
Nado a lo largo de tu pierna,
por el músculo soleo,
pasando por la fíbula, el fémur, a lo largo
de la vena femoral
y abajo abajo abajo
debajo de tu talón,
ahí donde tocas tierra.
Necesito saber qué tan profundo eres
y cuánto aguanta mi respiración.
JENNIFER CLEMENT. Estados Unidos/ México. Memoria de Letras del Mundo en
Tamaulipas. Festival Internacional 2005.
Aparecen en la fotografía de izquierda a derecha Elaine Feinstein de Reino Unido,
Jennifer Clement y Nohemí Sosa Reyna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario